Frente a la belleza cabe el silencio
Jorge Rouillon
Buenos Aires, 7 Set. 10 (AICA).- La doctora en filosofía Paola Delbosco habló sobre “La belleza como necesidad humana” en una conferencia organizada por la Comisión de Cultura del Arzobispado de Buenos Aires el miércoles 1º de septiembre en la sede de la Pastoral Universitaria, Riobamba 1227, de la ciudad de Buenos Aires.
Con vitalidad y entusiasmo, la charla se disparó desde el texto “Descenso y ascenso del alma por la belleza”, de Leopoldo Marechal (1949), que la deslumbró la primera vez que lo leyó. Comentando ese texto, señaló que el llamado a la belleza es de tipo divino, permite al hombre, peldaño a peldaño, elevarse hacia Dios. Pero hoy en muchos sentidos el mundo permite el descenso del hombre a la belleza de tantas cosas que lo atraen, pero obtura el ascenso hacia Dios. Al precisar el sentido de lo bello, la disertante habló del esplendor del orden; de la verdad presentada a los ojos, a los oídos. Las cosas creadas son verdaderas porque Dios las piensa y son bellas porque reflejan la armonía que la idea creadora de Dios puso en ellas. La belleza va más allá de sí, y hace que la gente no se canse de ella.
Contrapuso esa idea al aburrimiento que transmite en su obra el escritor italiano Alberto Moravia. “En el ser del hombre –dijo Delbosco- hay el deseo de algo que le supera”. Y señaló que el efecto de la belleza es la paz, el asombro, lo que hace enmudecer. “Frente a la belleza cabe el silencio”, dijo. Y ejemplificó cómo el deslumbramiento por la belleza hace que necesidades físicas pasen a ser secundarias: ante una película muy bella uno puede olvidarse de que está sentado en una butaca incómoda, sólo se da cuenta cuando el filme termina. Contó también su impresión en una visita a Grecia ante una estatua que la fascinó y que se quedó contemplando largo rato extasiada, en una tarde de agobiante calor, sin darse cuenta de que su excursión se estaba yendo a otro lado. Y en aquel momento pensaba: “Esto es bello para mí hoy aunque esté hecho hace miles de años”.
Ahondando en el mensaje de Marechal, observó que el escritor señala que el hombre no debe quedar enredado en la belleza de la criatura. La bondad creada de la criatura es anticipo de la verdad infinita del Creador. “La belleza nos hace falta porque es promesa de plenitud”, dijo. Y hace ver que la vida tiene sentido, que hemos nacido para algo. Para advertirlo, hace falta silencio y atención. Afirmó que, más allá del ruido, de las visiones negativas, de las dificultades, veremos así un mundo que está lleno de signos para el que lo sabe descubrir.
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